ESPÍRITU DEL PATCHWORK
Hoy en día todos
estamos agobiados por el trabajo, por el estrés, por
las exigencias de las labores del hogar y necesitamos buscar un poco de
tiempo para nosotros mismos; quien hace patchwork se reúne con otros y
cosiendo juntos participa de sus problemas y de sus ansiedades de la
rutina de cada día: los quilters comparten sus telas y sus proyectos,
cosen juntos, compran juntos, viajan juntos y juntos se alegran o se
entristecen. A través del patchwork se puede expresar nuestra
creatividad, él ayuda a superar las dificultades y a recuperar la
autoestima. Por eso es una terapia muy buena para la depresión, la
soledad, para vencer la inseguridad en si mismo y se aplica en centros
de recuperación de la anorexia, de la droga y de mujeres desintegradas
de la sociedad. El patchwork es siempre diferente, alegre, bonito,
colorista, divertido y huele a limpio. Los quilters nunca se cansan
de aprender y entre las telas son como los niños con los bolsillos
llenos de caramelos. En el mundo del patchwork a menudo nacen amistades
muy profundas, las vidas se entrelazan y a veces cambian para siempre.
El patchwork es investigación, estudio, inquietud de búsqueda, dibujo,
cálculo, planificación. Por eso la realización de un quilt no es sólo
relajante y divertido, sino que también hace trabajar el cerebro. Un
quilt no es una colcha corriente porque tiene su propia historia y por
eso es único e irrepetible; cada trocito de tela tiene mucho que
decir... habla de un viaje a un lugar lejano, de un regalo inesperado,
de una persona amada que está cerca o que se fue para siempre, de un
día luminoso, de alguien que por un momento entró en nuestra vida y que
ahora quien sabe donde estará. Por todo eso quien tiene el privilegio
de recibir como regalo un quilt, tiene que saber que antes de todo ha
sido soñado, pensado, proyectado, cosido, descosido y vuelto a coser,
planchado, tocado, mirado, querido. Cada quilt encierra entre sus
trozos de tela un trozo de vida de quien lo realizó.
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